abril 29, 2004

Nada que decir...

Muchas cosas han pasado, lo mas extraño sucedio, estoy enamorada, mas bien reenamorada. Hace algo de tiempo que no me sentia asi, es raro, no me conozco a mi misma. Habia estado evitando escribir porque siempre que lo intento en estos ultimos dias inevitablemente caigo en un trance tormentosamente cursi. Asi que no hablare mucho al respecto.

En realidad la universidad sigue igual de aburrida, de no ser por mis discursos feministas a media clase de calculo cuando el profesor subitamente decide que no tiene mas ganas de dar clase y piensa que el mejor modo de pasar el tiempo es contar chistes machistas y yo no digo nada mas que: Perfecto, puedo salir? que por supuesto bien seguido de una larga explicacion sobre el porque no puedo encontrarle la gracias a sus chistes. Si bien un salon en su mayoria masculino no es el mejor publico no puedo quedarme callada. Esta bien, confiezo que no me cuesta ningun trabajo exponer abiertamente lo que pienso y que muchos de los problemas mas grandes que he tenido en la vida se han debido precisamente a eso, creo que en realidad lo unico que no me gusta es que no haya nadie para contradecirme.

Siempre que caminamos de regreso a la casa de la universidad, hay un tipo, que al parecer no tiene absolutamente nada que hacer, esperando que pasemos para hacernos comentarios... digamos solamente desagrdables (aunque varias palabras se me viene a la mente), ya nos canso, asi que esta tarde decidimos pegarnos en el pecho y en el trasero hojas que decian lo siguiente: "¿Que me ves" (en la hoja del pecho) y "Pendejo?" (en la del trasero). Por supuesto que cuando pasamos el tipo no estaba esperandonos en la puerta como siempre.

No nos damos por vencidas, mañana nos las volvemos a pegar. Bueno al menos yo, creo que a Paola le da un poco de pena, no importa la verdad no tengo nada que reclamar porque casi siempre me sigue cuando salgo con mis ideas locas y extrañas, como la vez que se me ocurrio que seria divertido caminar haciendo ruidos raros (una especie de rugido) y enseñando las uñas cuando niños de secundaria pasaran a nuestro lado, y si fue divertido, por un rato, o cuando la puse a practicar su escritura con los pies y sin pensarlo tomo con los dedos del pie la pluma que le ofrecia y garabateo su nombre en una hoja.