mayo 15, 2005

Domingo de sandía...

Después de casi dos años finalmente sucedió, tuve que sacrificar mi fin de semana para dedicarme a estudiar y preparar exámenes. Decidí que si regresaba a León no tendría suficiente tiempo para meter en mi cabeza las mil y una clasificaciones de las rocas sedimentarias y la dinámica de la atmósfera terrestre y me quedé en Guanajuato, pero aprendí algo sobre mí misma, no sé estudiar. A penas me siento y se me ocurre que un cigarro y un café son justo lo que necesito, me siento otra vez y entonces descubro que el infernal calor sólo se irá después de un buen baño, etc., etc. Simplemente no puedo concentrarme, leo y releo más de 34586 veces el mismo párrafo sin lograr que las palabras se conjunten en oraciones con sentido y secuencia. No importa donde esté, simplemente no puedo hacerlo, ahh pero no estuviera leyendo a saki porque entonces cualquier sonido, imagen o pensamiento externo se evapora y me encierro y pierdo en cada una de sus hojas, y mejor no hablemos de cortázar porque... y ni que decir de....

Con tantas cosas en la cabeza cómo me atrevo a considerar que exista en ella espacio para algo más.

mayo 04, 2005

Michoacán...

Estoy perdidamente enamorada de Morelia, que hermosa ciudad, espero tener la oportunidad de volver pronto. Salimos de Guanajuato a la 1pm y llegamos como en tres horas al Consejo Estatal de Ecología donde nos recibieron con los brazos abiertos. Después del taller tuvimos tiempo para caminar por el centro de la ciudad que es simplemente hermoso. Regresamos el viernes a las 11pm para dormir 4 horas y despertarnos temprano para salir el sábado a las 6am rumbo a Angahuan.

Por otro lado, subí a la cima del Paricutín, no fue nada fácil, de hecho creo que es lo más difícil que he hecho en mi vida. Las rocas sueltas hacen que por cada paso que das regreses dos y sus lados afilados te destrozan las manos cuando tratas de apoyarte. De ida caminamos cerca de 3 horas para llegar desde las cabañas de Angahuan hasta las faldas del paricutín a través de deslaves y caminando sobre rocas mal apoyadas que se movían bajo los pies y por momentos te hacían creer que caerías. Para el regreso tuvimos que pagar por un caballo, nuestra intención era no hacerlo, pero por lo menos no permitimos que lo golpearan y tratamos de hacerle el viaje lo menos pesado posible.

En resumen, fueron dos viajes excelentes, los paisajes y las vistas de Michoacán y Guanajuato no pueden menos que enamorarte y dejarte con unas inmensas ganas de volver. Ahora sólo queda volver a la vieja rutina pero recordando que el mundo está lleno de posibilidades y siempre vale la pena aprovecharlas.